El Barça se encontró con un Spartak Moscú bien atrincherado atrás gracias a un centro de la defensa poblado con cinco jugadores para cerrar los pasillos interiores y otra de cuatro por delante, con marcajes contundentes. El antídoto de Vilanova, basado como siempre en la posesión del balón, fue buscar las diagonales de Pedro y Tello desde las bandas y las llegadas de Cesc o Messi por el eje.