Espeso, irreconocible y con claros síntomas de cansancio mental tras la batalla del clásico del miércoles, el FC Barcelona se dejó anoche en El Madrigal tres cuartos de Liga en un encuentro en el que nunca dio sensación de controlar el ritmo de juego. Un equipo acostumbrado a crear numerosísimas ocasiones apenas generó tres claras. Hubieran bastado para ganar, pero ni Messi, con una vaselina y un mano a mano con el portero, ni Cesc, con un disparo al larguero y otro alto a puerta vacía, estuvieron finos a la hora de concretarlas.